Nunca dejes de soñar
Las hojas se mueven con las ráfagas de aire. Viento le llaman. Viento es una palabra que no refleja la fuerza con la que azota.
Mil años de tu vida. Mil años en la luz y mil años en la cueva. Mil años de recuerdos, de olores de infancia, de sonidos que te envolvían en tus sueños.
Soñabas, soñabas más que nadie. Soñabas en las noches que alternan el día y soñabas en tu noche eterna. ¿Dejaste alguna vez de soñar? Te adentraste en la cueva aferrándote a tus recuerdos, vivos en tus sueños.
¿Gritarías si alguien te oyese desde allá, desde fuera de la cueva? Quizás no hizo falta. Las hojas no le gritan al viento para que venga, pero viene. «¡Escapa!» te dije... pero no querías oir la respuesta y te adentraste más aún en la cueva. Huías. Huías de una realidad que no te merecía.
Ahora se acabó la guerra. Se libró la última batalla que deshonra a los que se lo merecen. Los cobardes son cobardes y los cínicos de la retaguardia son basura. ¿Qué piensas de los que miran para otro lado? Mejor no me lo digas.
Nunca te rendiste. Luchar se lleva en la sangre. Luchando entre la niebla oías las risas y las lenguas manchadas de sangre. Cerraste los ojos para no olvidar el olor de la victoria con la que siempre soñabas. Ahora has vencido para vergüenza de los falsos vencedores.
Ahora nunca volverás a estar sola.
¿Te arrepientes? Yo sí. Nunca será suficiente. Lo siento.
Las palabras no valen nada.
Lume, 7-7-1993, 30-5-2006.
Pensado por
algo más que huesos a las
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ser o no ser cebolla