Las leyes del caos
La “teoría del caos” me fascina desde el
primer día que tuve conocimiento de que alguien la
había planteado. Muchas veces me había topado con la
idea más o menos sólida de que, aunque nos gustaría
tener en un papel las normas que rigen el comportamiento del mundo y
sin duda las formulas que “Dios” calculó/calcularon, lo que realmente tira por la borda esta estabilidad es la aleatoriedad. A veces es doloroso ser informático.
Los fenómenos no “son así”, lo realmente
correcto es decir que “es más probable que sean así”.
De repente una ciencia tan conflictiva como es “la
estadística y la probabilidad” adquiere un peso en el
rigor científico que muchas veces aparenta no tener.
Es muy probable que me
encuentre inmerso en una de esas zonas calientes entre la
religión y la ciencia. Nunca he sido un hombre religioso, sin
duda culpa de mi prematuro escepticismo
en un colegio religioso-católico, pero las religiones siempre
han despertado en mi esa curiosidad felina de rodearlas y observarlas
a ver si se mueven o si las puedo mover yo, y observando las
religiones más o menos serias, pues soy consciente de que hoy
en día el hijo del panadero puede haber fundado su propia
religión neo-evangélica-post-apocalíptica,
he podido encontrar una serie de factores que las rigen y
diferencian.
Se me antoja imaginar como sería
la ExpoReli 2005 “Salón internacional de las religiones
y los mitos”. Me imagino recorriendo con cara de turista los
largos pasillos del ostentoso pabellón con mi bolsa del stand
vikingo “El Valhala, un sitio para recordad” recogiendo
todos los panfletos, octavillas, regalos, caramelos, bolígrafos,
ceniceros desprevenidos... que voy encontrando. La oferta es amplia y
siempre a la medida del cliente. ¿Qué quieres?
¿Destino? Pues lo tienes. ¿Incertidumbre? También.
¿Que otro decida por ti? Firme aquí. ¿Una vida
de sexo más allá de la muerte? Concedido. ¿Reencarnarte
en un gracioso e inteligente delfín? Faltaría
más, pase pase...
Quizás algún despistado vaya por el mundo sin
religión y eso es algo que no tiene razón de ser. Un
simple estudio y una tabla que ilustre las diferencias harán
su elección mucho más agradable. Alguien debería
promocionar el “Religionator 3000” para que cada uno
cómodamente en el ordenador de su casa o en el trabajo pueda
introducir sus necesidades y encuentre la religión que le
ofrece “todo eso que siempre había deseado” o
incluso estudiar la creación de una ONG que encuentre “la
religión más acertada a la medida de nuestros
clientes”.
Yo ya me había decidido. No quiero ser uno de esos
harapientos “desreligionados”. La que más
me va es sin duda el sintoísmo. En calidad-precio
no encuentro nada mejor, una obediencia moderada y una jugosa
incertidumbre, me permiten fornicar a mis anchas y me da un toque
exótico, distinguido y místico. Fantástico oiga.
La conclusión no tiene pérdida: es más fácil
ser un cordero obediente que un pensador condenado. Pensar cansa
demasiado y ni te pone el culo duro ni la barriga prieta ni fornicas
en el más allá.
Pensado por
algo más que huesos a las
15:18
| Categoría:
cebollas con hueso