31 de Agosto del 2005

Las leyes del caos

La “teoría del caos” me fascina desde el primer día que tuve conocimiento de que alguien la había planteado. Muchas veces me había topado con la idea más o menos sólida de que, aunque nos gustaría tener en un papel las normas que rigen el comportamiento del mundo y sin duda las formulas que “Dios” calculó/calcularon, lo que realmente tira por la borda esta estabilidad es la aleatoriedad. A veces es doloroso ser informático.

Los fenómenos no “son así”, lo realmente correcto es decir que “es más probable que sean así”. De repente una ciencia tan conflictiva como es “la estadística y la probabilidad” adquiere un peso en el rigor científico que muchas veces aparenta no tener.

Es muy probable que me encuentre inmerso en una de esas zonas calientes entre la religión y la ciencia. Nunca he sido un hombre religioso, sin duda culpa de mi prematuro escepticismo en un colegio religioso-católico, pero las religiones siempre han despertado en mi esa curiosidad felina de rodearlas y observarlas a ver si se mueven o si las puedo mover yo, y observando las religiones más o menos serias, pues soy consciente de que hoy en día el hijo del panadero puede haber fundado su propia religión neo-evangélica-post-apocalíptica, he podido encontrar una serie de factores que las rigen y diferencian.

Se me antoja imaginar como sería la ExpoReli 2005 “Salón internacional de las religiones y los mitos”. Me imagino recorriendo con cara de turista los largos pasillos del ostentoso pabellón con mi bolsa del stand vikingo “El Valhala, un sitio para recordad” recogiendo todos los panfletos, octavillas, regalos, caramelos, bolígrafos, ceniceros desprevenidos... que voy encontrando. La oferta es amplia y siempre a la medida del cliente. ¿Qué quieres? ¿Destino? Pues lo tienes. ¿Incertidumbre? También. ¿Que otro decida por ti? Firme aquí. ¿Una vida de sexo más allá de la muerte? Concedido. ¿Reencarnarte en un gracioso e inteligente delfín? Faltaría más, pase pase...

Quizás algún despistado vaya por el mundo sin religión y eso es algo que no tiene razón de ser. Un simple estudio y una tabla que ilustre las diferencias harán su elección mucho más agradable. Alguien debería promocionar el “Religionator 3000” para que cada uno cómodamente en el ordenador de su casa o en el trabajo pueda introducir sus necesidades y encuentre la religión que le ofrece “todo eso que siempre había deseado” o incluso estudiar la creación de una ONG que encuentre “la religión más acertada a la medida de nuestros clientes”.

Yo ya me había decidido. No quiero ser uno de esos harapientos “desreligionados”. La que más me va es sin duda el sintoísmo. En calidad-precio no encuentro nada mejor, una obediencia moderada y una jugosa incertidumbre, me permiten fornicar a mis anchas y me da un toque exótico, distinguido y místico. Fantástico oiga.

La conclusión no tiene pérdida: es más fácil ser un cordero obediente que un pensador condenado. Pensar cansa demasiado y ni te pone el culo duro ni la barriga prieta ni fornicas en el más allá.

Pensado por algo más que huesos a las 15:18 | Categoría: cebollas con hueso
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