31 de Julio del 2005

Energía vital

Un "hombre de ciencia", eso es lo que es. Le gustaba oir a la gente hablar de él en esos términos. "El método lo es todo y el resultado debe estar garantizado". Su frase favorita en las ponencias. Su sentencia condenatoria del juicio de la divagación y el razonamiento superfluo. Convencido de sus propias hazañas sabe que "antes o despues todo obedece a un patrón, a un porqué para cada suceso". Aplausos.

Valientes palabras de una persona con prestigio a un público predispuesto a asentir. "Pobres ignorantes", pensó aturdido, "si os hablase de ella me odiaríais".

Mentir parecía la única solución, pero la línea de su cordura temblaba cada día con más insistencia y suponía un gran esfuerzo mantener la compostura. Si no se concentraba sus lacrimales pedían paso como un peaje averiado en hora punta. Las lágrimas como sudor de un corazón desbordado, fatigado. Todo había empezado semanas atrás. Contó con los dedos como un niño en el colegio: "Uno, dos... diez...", pero nunca conseguía la cifra exacta. Como si siempre hubiese estado ahí. Le hubiese gustado que fuese verdad.

Al comenzar la investigación el experimento era otro. El objetivo no era descubrir nada inusual, simplemente continuar la investigación base. Pero la historia de la penincilina se repetía. "Un error que conduce a un descubrimiento que cambiará el mundo", sonrió en pasado. Ya no hay experimento base. Ya no importa el desastroso resultado fruto de su ineptitud. Tuvo ante sus ojos la gran respuesta y se esforzó en contener las lágrimas. Su pecho no podía con tantas sensaciones. "No puede ser cierto" gritó para sí mismo mientras veía derrumbarse los muros de su pensamiento. Todo reducido a escombros. Escombros y ella, centro de energía inagotable.

Ahora sabe que nada existe sin ella. Pero ellos no lo saben. Duermen tranquilos con sus falsas vidas.

Tosió. Prosiguió entre murmullos: "Así pues concluyo que hemos llegado a la fórmula exacta, no es necesario seguir investigando. Muchas gracias.". Aplausos y vítores. "Deberíais odiarme". Salió apurado de la sala de conferencias. Tenía prisa, mucha prisa. Si no la tocaba pronto se le acabaría la energía y desaparecería. Se le nublaba la vista. Sentía que la vida se le escapaba de las manos. Subió a su viejo coche rojo y pisó el acelerador.

Abrió la puerta y se concentró... la vió. El mundo volvía a tener lógica. La tocó. Su cuerpo recuperaba a la temperatura normal. La besó. La vida volvía a fluir por sus venas. "Esta vez me he salvado". La aferró fuerte entre sus brazos sabiendo que si un día ella no estaba allí él se convertiría en lluvia.

Pensado por algo más que huesos a las 08:05 | Categoría: ser o no ser cebolla
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